Un fenómeno bastante curioso y no sé si muy bien estudiado, tal vez haya amplia bibliografía al respecto, es el llamado fenónemo fan. Ciertas personas, sea por la actividad que desempeñan o por circunstancias de la vida acaban entrando en la rueda del famoso candelero.
Creo intuir tres tipos de categorías donde englobar al famoso:
1. El famoso por profesión: exponentes máximos serían los políticos, los artistas y los deportistas, los cuales se ven expuestos constantemente ante la opinión pública en función de sus éxitos o fracasos.
2. El famoso por vocación: más complicado de definir este grupo donde encuadraría a todos esos personajes, fundamentalmente televisivos o del corazón, que incluso si tienen oficio y beneficio, hacen casus belli de su objetivo por figurar, estar, que se les conozca y que se hable de ellos.
3. El famoso por accidente: personas que por circunstancias coyunturales pasan a tener un momento de fama fugaz como puede ser el caso de una víctima de una situación extrema, un conflicto social pasajero, o del extraño capricho de la fama 2.0.
Los famosos consolidados supongo que incorporan de manera gradual el verse expuestos a la prensa y a la picota de la opinión pública. A veces la notoriedad llega de la noche a la mañana pero se trata, por lo general, de un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo y que a medida que se asciende por la escalera del éxito, imagino que se asimilará con cierta naturalidad. La familia real sería el exponente máximo de este grupo, habiendo nacido ya en un entorno diferenciado por cuna, aunque toda persona que avance por un camino conducente a la exposición pública sabe que tarde o temprano la fama puede llegar con todas su consecuencias.
Estuve hace poco en un concierto de Julio Iglesias, español famoso por excelencia, y me llamó la atención el furor que causaba entre legiones de seguidores ansiosos por conocerlo personalmente. Tras el concierto, la entrada a su camerino sufría congestión de tráfico humano luchando por unos minutos de audiencia con su ídolo. Sucumbí al ritual, y he de reconocer que se trata de un personaje público llamativo, muy consciente de su posición, con unas tablas en el trato personal que solo los años continuos de éxito y las tablas pueden dar.
Confluían en aquel concierto famosos del primer grupo, como era el caso de la Infanta Elena o el de Esperanza Aguirre, expertas en estar en el disparadero, junto con famosos del segundo, famosos de la tele, ex de alguien o quizás deseosos de serlo, y tal vez alguno del tercero como puede haber sido mi caso particular. Un totum revolutum armónico y entretenido que mostraba las distintas variantes de la peculiar fama.
Yo he vivido en el último año largo un curioso fenómeno ya languideciente, la visita inesperada a las estancias de la visibilidad pública. Nunca he comprendido mucho el hecho de pedir autógrafos a alguien conocido, menos si cabe a quien no haya destacado más que que por salir en televisión; tampoco entiendo bien la fascinación por hacerse fotos con los famosos ¿Qué atracción nos arrastra hacia la fama? ¿ Es admiración, morbo, envidia sana, malsana? ¿Somos todos fans en potencia?
En nuestro mundo global y voraz, la fama parece haberse convertido también en elemento de consumo perecedero, cada vez más inestable y voluble ; no debe de ser fácil mantenerse en la cresta de la ola, misión que se antoja solo al alcance de expertos y resistentes competidores. Sí, señores, como decía la mítica serie de televisión la fama cuesta: sangre, sudor y lágrimas.
Creo intuir tres tipos de categorías donde englobar al famoso:
1. El famoso por profesión: exponentes máximos serían los políticos, los artistas y los deportistas, los cuales se ven expuestos constantemente ante la opinión pública en función de sus éxitos o fracasos.
2. El famoso por vocación: más complicado de definir este grupo donde encuadraría a todos esos personajes, fundamentalmente televisivos o del corazón, que incluso si tienen oficio y beneficio, hacen casus belli de su objetivo por figurar, estar, que se les conozca y que se hable de ellos.
3. El famoso por accidente: personas que por circunstancias coyunturales pasan a tener un momento de fama fugaz como puede ser el caso de una víctima de una situación extrema, un conflicto social pasajero, o del extraño capricho de la fama 2.0.
Los famosos consolidados supongo que incorporan de manera gradual el verse expuestos a la prensa y a la picota de la opinión pública. A veces la notoriedad llega de la noche a la mañana pero se trata, por lo general, de un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo y que a medida que se asciende por la escalera del éxito, imagino que se asimilará con cierta naturalidad. La familia real sería el exponente máximo de este grupo, habiendo nacido ya en un entorno diferenciado por cuna, aunque toda persona que avance por un camino conducente a la exposición pública sabe que tarde o temprano la fama puede llegar con todas su consecuencias.
Estuve hace poco en un concierto de Julio Iglesias, español famoso por excelencia, y me llamó la atención el furor que causaba entre legiones de seguidores ansiosos por conocerlo personalmente. Tras el concierto, la entrada a su camerino sufría congestión de tráfico humano luchando por unos minutos de audiencia con su ídolo. Sucumbí al ritual, y he de reconocer que se trata de un personaje público llamativo, muy consciente de su posición, con unas tablas en el trato personal que solo los años continuos de éxito y las tablas pueden dar.
Confluían en aquel concierto famosos del primer grupo, como era el caso de la Infanta Elena o el de Esperanza Aguirre, expertas en estar en el disparadero, junto con famosos del segundo, famosos de la tele, ex de alguien o quizás deseosos de serlo, y tal vez alguno del tercero como puede haber sido mi caso particular. Un totum revolutum armónico y entretenido que mostraba las distintas variantes de la peculiar fama.
Yo he vivido en el último año largo un curioso fenómeno ya languideciente, la visita inesperada a las estancias de la visibilidad pública. Nunca he comprendido mucho el hecho de pedir autógrafos a alguien conocido, menos si cabe a quien no haya destacado más que que por salir en televisión; tampoco entiendo bien la fascinación por hacerse fotos con los famosos ¿Qué atracción nos arrastra hacia la fama? ¿ Es admiración, morbo, envidia sana, malsana? ¿Somos todos fans en potencia?
En nuestro mundo global y voraz, la fama parece haberse convertido también en elemento de consumo perecedero, cada vez más inestable y voluble ; no debe de ser fácil mantenerse en la cresta de la ola, misión que se antoja solo al alcance de expertos y resistentes competidores. Sí, señores, como decía la mítica serie de televisión la fama cuesta: sangre, sudor y lágrimas.
Tal vez lo mejor sea observarla desde la barrera, como espectador, no arriesgando el quedar atrapados por su adictivo influjo. El ego de Gollum puede que aceche dentro de todos nosotros.
¿Que estarían dispuestos a hacer por tener sus cinco minutos de fama?
Tu nunca has sido fan de nadie?., ni siquiera de adolescente?., yo si., de jovencita del grupo A-HA, y te puedo asegurar que el autógrafo hubiera sido lo de menos., lo importante en todo caso., sería en aquel entonces, respirar el mismo aire que tu ídolo., puff, y si te toca, no lavarte en días., que digo., en semanas,ja,ja,ja
ResponderEliminarHoy por hoy.,sería fan por otras cosas., obviamente., aunque sigo admirando los cantantes con una gran voz como Morten Harket.,je,je
Sobre los cinco minutos de fama., francamente., no estaría dispuesta a nada por ello., pienso que la fama si viene por accidente y es buena, fantástico., sinó, que se vaya y no vuelva., como el anonimato, NA-DA!!!
A mi me parece que en este post describes lo que tú quieres hacer, pero al mismo tiempo te cuesta mucho hacerlo...estás en una encrucijada y no sabes que dirección tomar. Escribir sobre lo que tú crees que es mejor opción creo que es una buena idea ;)
ResponderEliminarEn respuesta a la pregunta que lanzas al final de tu reflexión, personalmente no haría nada.
ResponderEliminarNo me atrae en absoluto la fama, aun sabiendo que algo bueno en algún momento debe reportar. No entiendo que la gente esté dispuesta a sacrificar su anonimato e intimidad por llegar a un estado, como mencionas, pasajero para la mayoría de esos "famosos" (término que por otra parte, no me gusta nada).
Admiro a mucha gente pero no hasta el extremo fan/fanática. Soy incapaz de pedir autógrafos y fotos, así que si te encontrara por la calle, no lo haría. A lo sumo te invitaría a un café para que conversáramos, que es lo que me interesa de la gente; sea famoso o no. Lo demás, me aburre tanto como me espanta. Jeje. Buen día
Es sorprendente que tu escribas esto, si no quisieras continuar en primera fila, no lo estarías, en el fondo te encanta, pero oye, no me parece mal, das mucho juego.
ResponderEliminarNo es correcto confundir a los "famosos" con los "conocidos". ¿De qué te sirvió tu trayectoria? ¡Vanidades huecas y cursilerías! No olvides que la soledad y la virtualidad son hermanas...
ResponderEliminarNo me gusta nada la idea de tener 5 minutos de fama. No me agrada ser el centro de atención, detesto a los famosos del 2º grupo y compadezco a los del 3er grupo. Cote
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe llama proyección de poder o imagen de triunfo: eso es lo que seduce a las personas a querer la fama. Pero la fama intensifica dudas, inseguridades, y la soledad, sobre todo la soledad (no la que se elige sino la que sobreviene o es impuesta). Incluso aunque algunas personas encuentren una terapia de autoestima al ser reconocidas públicamente, el sesgo de desconfianza aumenta de forma exponencial. Llega un momento en que nadie te ve como eres sino como crees o proyectas que eres. Entre esos espejismos se va generando una imagen, por una parte excesivamente frágil, y por la otra difícilmente mutable.
ResponderEliminarNo cambio la tranquilidad de mi vida anónima por minutos de fama. Aunque bien es cierto que hay profesiones más expuestas, y otras menos, incluso en el mundo artístico un pintor, un escritor, un director de orquesta, un cantante de coros, no tienen la misma visibilidad social que un cantante solista o un actor, porque los primeros no viven de su imagen y los segundos la necesitan como parte de su concepto y ejecución.
Saludos.
Supongo que cuando alguien es conocido tiene la ventaja de que cuando ofrece algo los demás se pueden hacer una idea. En publicidad invierten mucho dinero para dar a conocer un producto, gastan mucho dinero en informar sobre algo, si el producto ya es conocido, si hay información previa al respecto es más fácil que la gente sienta algo más de confianza que hacia un producto desconocido. Y por producto me refiero al servicio o bien material que ofrezca la persona conocida.
ResponderEliminarLo que no llego a entender es a las personas que van a programas como "Tú sí que vales" que saben de antemano que van a dar la nota y de todas formas van, no me refiero a los que se pasan toda la vida en solfeo y resulta que no son aptos para ello, me refiero a los que van como si fueran a una chirigota de Cádiz.
No me gusta la fama y ser invisible tiene sus ventajas estar tan expuesto y que te observen y miren al milímetro debe de ser muy incómodo para mí personalmente que me muevo en la introversión más absoluta