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martes, 31 de marzo de 2015

De aviones y prensa.


Hace exactamente una semana irrumpía como un torbellino sobre la actualidad la noticia del trágico accidente de Germanwings en los Alpes franceses.
Cada vez que se produce un accidente de estas características-¿se le puede llamar accidente?-  los medios de comunicación se vuelcan con despliegue inusitado.
Un naufragio, un terremoto o un huracán no generan tanta cobertura ni sostienen su presencia al frente de las noticias durante tanto tiempo.
Esta tragedia en concreto ha sido la noticia de la semana, no sólo en España, comprensible su relevancia habiendo tantas víctimas españolas, sino también a nivel mundial.
En Estados Unidos la CNN ha seguido con detalle cada avance de los acontecimientos y el New York Times fue el periódico que filtró datos cruciales de la investigación.
¿Por qué tanta atención?
¿Es el mero choque emocional de una catástrofe que corta de raíz tantas vidas? ¿La personalidad controvertida y desequilibrada del copiloto?
Unos pocos meses atrás caía en Europa, abatido, un avión de Malaysia Airlines, víctima de un conflicto armado en el patio oriental de la Unión Europea, cargado de europeos.
A pesar de los condicionantes, imposibilidad de acceder al lugar del derribo al ser zona de guerra, y a las trabas de las milicias afines a Rusia, no se explica que la cobertura no tuviera parangón.
Un atentado contra la aviación comercial, vehículo imprescindible del hombre moderno, es un atentado contra nuestra esencia viajera, inquieta, descubridora, emprendedora.
Y, sin embargo, hay ocasiones en que unos sucesos calan o enganchan con más fuerza en las redacciones y, por ende, en las conciencias ciudadanas.
En España los medios han desplegado carros y carretas para cubrir la noticia: enviados especiales por doquier, conexiones múltiples con diferentes puntos de interés, numerosas entrevistas, tertulias y más tertulias.
Yo mismo participé en tertulias y en varios especiales del accidente, tratando de aportar el punto de vista de control, el como se vive una incidencia, la peor, como es la desaparición de un avión de nuestras pantallas de radar.
En los accidentes, una vez asistidas las víctimas y los familiares, lo esencial es la investigación.
Aprender de los errores, cambiar, mejorar y renovar han hecho de la aviación el medio de transporte más seguro del mundo mundial. Las cosas no llegan solas, trabajo, investigación, autocrítica, innovación.
Es por ello que se produce un choque evidente entre el dispar ritmo de la investigación de accidentes; lento, arduo, detallado, escrutador, y el ritmo acelerado, sensacionalista y efectista de la prensa.
Sería preferible que las cosas de palacio fueran más despacio, que el periodismo de investigación fuese la estrella de las estrellas mediáticas pero todos sabemos que las cosas no son así.
Quiero confiar en que cuando el ruido pase, cuando las aguas se calmen y se sepa que ocurrió realmente con ese desgraciado vuelo, se le comunique a la opinión pública.
Es el mejor homenaje posible a esas víctimas que quisieron volar, libres y seguras, como todos queremos hacer, volar despreocupados hacia un rumbo siempre incierto.

viernes, 17 de enero de 2014

Cosas de Barajas


Decía Magdalena Alvarez, ministra de Fomento con Zapatero, que el aeropuerto de Barajas era muy grande. Fue con motivo de la nevada de enero de 2009 que obligó a cerrar las pistas durante unas horas ante la avalancha de nieve y el colapso de los sistemas de limpieza.
Barajas es un emblema de la ciudad de Madrid, aparte de la mayor empresa de la región, ya que da empleo a miles de personas y genera una enorme actividad económica.
La crisis de tráfico de pasajeros que atraviesa desde hace 5 años el aeropuerto madrileño es, en cierta medida, reflejo de la falta de rumbo de la ciudad, sin proyectos importantes en el horizonte, y en claro declive turístico.
De todos modos, eso son harinas políticas y hoy toca hablar de aviones.

Tras la ampliación del nuevo terminal y las nuevas pistas, allá por 2006, se preveía que el número de pasajeros pudiera llegar a los 70 millones aunque la recesión se llevó por delante, de momento, el boom previsto tras las millonarias inversiones.
El aeropuerto dispone en la actualidad de 4 pistas, dos de aterrizaje y dos de despegue, que se pueden usar en ambos sentidos, configuraciones, según sople el viento, convirtiéndolas en 8. 
La configuración habitual, que todo pasajero frecuente conoce, es aterrizar desde el Sur, sobrevolando Coslada y San Fernando de Henares, la Configuración Norte.
Cuando la cosa está revuelta por los cielos es muy probable que entonces lleguemos a Barajas en Configuración Sur, aterrizando desde la sierra y sobrevolando la urbanización de Santo Domingo y aledaños.
Esta última disposición de las pistas ha generado polémicas, protestas, denuncias, juicios y sentencias.
Hay asociaciones de vecinos en Santo Domingo que han logrado que el Supremo obligue a AENA a restringir el uso de una de las dos pistas, la 18R. Si la sentencia se aplicará a rajatabla podría llegar a cerrarse la pista, dejando solo una para aterrizajes, lo cual en horarios punta es insuficiente y provocaría demoras desmedidas.
El aeropuerto es más antiguo que la urbanización pero la ampliación y las pistas nuevas son más modernas. ¿Se tuvo esto en cuenta durante la ampliación? Una vez hecha la obra es complicado buscar el punto de equilibrio satisfactorio para AENA y para los vecinos afectados.
Si el Canal de Panamá puede parar su ampliación, ¿podría haber ocurrido algo similar en Barajas?
Hipótesis sin respuesta a estas alturas.

Los aviones hacen ruido, y cuando despegan y aterrizan más, ya que van con todas las alas desplegadas, con los trapos fuera, en configuración sucia como se dice en argot aeronaútico, y por eso es preferible que pasen por encima de un páramo despoblado. Pero claro, suelen estar cerca de ciudades, y si no es el caso, estas suelen crecer alrededor. La dichosa ley de la atracción.
Cuando los aviones aterrizan en Configuración Norte, pasando por encima de las cabezas de los vecinos del corredor del Henares, también hacen ruido. También hay asociaciones, también hay protestas y, sin embargo, no hay sentencias tan contundentes al respecto.
Se ve que las diferentes poblaciones merecen diferente trato, ¿clasismo?. Curiosidades de Barajas.

La polémica más reciente del aeropuerto, desde el punto de vista operativo, afecta a AENA, sus controladores aéreos, a las compañías aéreas y a los vecinos de Coslada y San Fernando.
De las dos pistas de arriba en Configuración Norte, la 32R y la 32L, resulta mucho más rápido hacer el rodaje hasta el terminal de pasajeros desde la L(la izquierda), la más próxima a Madrid.
Es por ello que muchos pilotos que vienen por el Este, y que tienen que aterrizar en la 32R, piden que los controladores les cambien de pista en el último minuto para ahorrar tiempo en los enlaces.
Es comprensible, las compañías ahorran costas y dan mejores cifras de puntualidad a sus clientes.
No obstante, la normativa interna y legal no va en ese sentido, por tanto el controlador se queda con las posaderas al aire si cambia al avión de pista. AENA les dice a las compañías que sí, que se cambiará todo lo que se pueda mientras juega al despiste con los controladores sin mojarse.
El presidente de Air Europa, Manuel Hidalgo, llama simpáticamente a la 32L la pista corta, pero no es baladí el asunto desde el punto de vista operativo.
La operatividad aérea tiene que estar definida y recogida en normas que protejan la seguridad de las operaciones y den pautas claras a pilotos y a controladores, improvisaciones las justas. 
Se añade a esto que si la gran mayoría va a la 32L la huella acústica, ruido del avión sobre nuestras cabezas, afecta mucho más a los habitantes de las poblaciones afectadas.
Este culebrón no tiene pinta de resolverse hasta que alguien de arriba decida asumir su responsabilidad y tomar una determinación al respecto.
AENA, la AESA(Agencia de Seguridad Aérea), la DGAC(Dirección General de Aviación Civil), y Ministerio de Fomento tendrían que hacer malabarismos de consenso para solucionar este marrón.
Por desgracia, conciliar el interés general y el de algunas minorías no viene siendo el fuerte de los españoles.
Los controladores seguiremos trabajando con buena letra en medio de esta batalla ajena que tanto nos afecta. 
Mientras tanto, buen vuelo y mejor aterrizaje. 

martes, 10 de diciembre de 2013

Ciudadano soy


¿Qué nos define como personas? 
¿La profesión? ¿Los valores? ¿Las aficiones? ¿Nuestras amistades?
La vida se construye y se teje paso a paso, año a año, todo suma y todo cuenta en el moldeado de nuestra personalidad.
Viviendo en sociedad, tratando a diario con otros, relacionándonos a través de normas de convivencia, de leyes y de regulaciones, es inevitable enfrentarse a toda suerte de conflictos.
La política, que trata desde antiguo de regular este tipo de fricciones, dotando de guías de actuación a nuestras conductas, es el eje central de la sociedad.
Todo es política desde el momento en que uno pisa la calle. Es por ello que el ser ciudadano que desempeñamos es el que nos define en relación a los demás. 
Normas, leyes, decretos, multas, obligaciones, derechos...
No pudiendo uno abstraerse de esta realidad y estando cabreado, bastante, y con justificación, con nuestros políticos, no queda otra que reflexionar sobre la política.
¿Qué tipo de ciudadano soy? ¿Qué puedo hacer?
Cuando al asomar la cabeza por la ventana quebrada del franquismo, allá por los finales de los 70, la sociedad española delegó en una serie de figuras relevantes la transición hacia lo nuevo, la democracia, nadie sabía que depararía el futuro.
Ese futuro es nuestro presente, y no acaba de satisfacer, nunca lo hará. Sin caer en derrotismos, rehuyendo idealismos de frustración, las cosas pueden ser más satisfactorias, todos lo pensamos.
No habría por que estar en constante rebote con los políticos, con las instituciones, con la telaraña que entre todos hemos ido desplegando a nuestro alrededor.
Delegar en las urnas cada cuatro años no basta. Votamos, nos quejamos y volvemos a votar en masa a los mismos colores. Y así nos está yendo. 
Cada ciudadano, o aquel que tenga conciencia de serlo, tiene una responsabilidad para consigo y para con los demás. Todos podemos compartir nuestra visión del mundo, la que refleja lo que cada uno ha ido cocinando con sus experiencias.
Bien sea en la Comunidad de Vecinos, en el trabajo, en el barrio, en las redes sociales, en iniciativas ciudadanas, en una ONG, el caso es moverse, moviendo a la sociedad con ese empuje.
Yo llevo ya una temporada inquieto, con ganas de aportar, de ayudar a cambiar las cosas, de explicar mi visión, de escuchar la de otros, de fusionar, de sumar, de avanzar.
Las cosas van a su ritmo, el cual no siempre controlamos, por más que uno se empeñe en tratar de controlarlo, y las frutas maduran en la estación correcta.
Como ciudadano que soy, he decidido ponerme en marcha y moverme. Involucrarme en lo que pueda, adonde llegue, para tratar de renovar esta política emponzoñada que padecemos, ayudando donde quieren mi ayuda, empujando donde hay ideas de regeneración ciudadana.
Ciudadano soy, he dado el paso al frente. 

martes, 3 de septiembre de 2013

La crisis de los 40


¡Existe!
Suena a leyenda urbana, a topicazo para hacerse la víctima y el especial ante los amigos pero no, señores, es real. 
Por más que los 40 sean los nuevos 30 como dicen los hipsters a la última, y por más que uno haga que se lo cree, traspasar la mítica cifra y engrosar el club de los cuarentones da que pensar.
La esperanza de vida de nuestros días hace que los 40 signifiquen, lustro arriba, lustro abajo, la mitad de lo que uno espera vivir.
Sin proponérnoslo nos tomamos un tiempo y una cierta distancia para hacer balance de lo recorrido y tratar de vislumbrar lo que los años venideros pueden arrimar a nuestra orilla.
Tras cuatro décadas de transcurrir personal a uno se le presupone maduro cual fruta sabrosa; ideas claras, vida profesional asentada, vida personal encarrilada, ciertos proyectos satisfechos, en la senda de la estabilidad. 
Puede que sea así, o puede que uno se pregunte ¡qué demonios he hecho con mis días! Lo razonable sería un balance favorable a los objetivos cumplidos y una pequeña insatisfacción por lo que siempre se nos quedó en el tintero de lo ya caminado. 
Cuando cumplí la cifra que nos atañe no sentí ningún temblor en mi interior; un año más, un cambio de década, un par de arrugas, tal vez un kilo, las entradas más marcadas, nada que el tic tac vital no conlleve. Sin embargo, al cabo de unos meses fue creciendo un sentimiento de análisis, de auto-observación un tanto desasosegante. Creció por dentro una actitud reflexiva que te para en seco y te obliga a valorar las diferentes facetas del castillo personal que uno ha ido construyendo, piedra a piedra, durante 40 años. 
Los cimientos son difíciles de cambiar a estas alturas de la existencia, para eso están los psicólogos y otro tipo de ayudas externas, aunque nada es imposible, pero en los pisos superiores siempre hay lugar para remozar largo y tendido.
A la estela del emblemático lema de Ikea, "Redecora tu vida", llega el momento de las mudanzas.
Nunca es tarde si el enfoque es bueno. Hacer una lista de lo deseado y conseguido, de los sueños frustrados, de lo que llegó con lo que no contábamos y de los Godot que nunca asomaron la cabeza, es la mejor manera de tener la visión global necesaria. Este es el primer paso para entrar en la "crisis de los 40" y a partir de ahí empezar darle la vuelta a la tortilla.
De las crisis puede uno salir reforzado si tiene la capacidad de análisis, introspección y autocrítica necesaria para ver que cambiando algunos elementos, dejando caer otros y abriendo la puerta a nuevos aires mucho cambia para que todo vaya a mejor.
Tal vez los 40 sean los nuevos 20, tal vez....
La inmovilidad es para la piedras y uno no está hecho de piedra.
¿Crisis? ¿Qué crisis? 

lunes, 27 de mayo de 2013

La boda de mi mejor amigo


El encabezamiento es el título de un famosa película, una comedia estadounidense de hace unos cuantos años, llena de peripecias y situaciones disparatadas. Todos hemos asistido, sino a bodas tan extravagantes, si a enlaces de amigos muy próximos e incluso de nuestro mejor amigo. 
La tradición anglosajona de hablar en las ceremonias, sean bodas, entierros o graduaciones universitarias, es una moda contagiosa que ha ido impregnando los modos sociales españoles en las últimas décadas.
Aquí es de sobra conocida nuestra idiosincrasia timorata y vergonzosa, aterrorizada de la esfera pública, del escrutinio crítico del entorno, que nos paraliza con el dichoso miedo al que dirán y el temor a un ridículo difícil de digerir. 
Por ello, es de agradecer, que la imitación de costumbres más extendidas en otros contextos sea en este caso perder el miedo a la palabra, y no halloweenes de incomprensible y creciente arraigo en toda España.
Hablar en público es una de tantas asignaturas pendientes del sistema escolar y social español, no se nos prepara para mostrarnos ante los demás con nuestros argumentos, nos conformamos enseñar nuestros ropajes materiales, sean casas, coches o abalorios, o sea, aparentar;  el español se suele asustar de estar en el punto de mira. Gustamos de observar y criticar todo aquello que desfila ante nuestros ojos; vecinos, familiares, compañeros de trabajo, políticos y demás figuras de la vida pública, pero somos reacios a dar un paso al frente ante un auditorio.
Los discursos de las bodas, en las ceremonias civiles y en los banquetes de las bodas religiosas son aire fresco donde nos soltamos la melena y exhibimos nuestros sentimientos gracias a la palabra. 
El pasado fin de semana fui testigo de una genuina muestra de afecto mediante variopintos discursos, la mayoría con textos de apoyo, donde a través del recuerdo, del humor, del dolor y, fundamentalmente, del amor, caían todos los recelos del miedo escénico.
Es una sana costumbre hablar en público, atascarse, sudar la gota de la presión ambiental, reír, transmitir autenticidad, hacer cómplice al auditorio, y esas infinitas emociones más que sólo la palabra nos otorga a los seres humanos.
¡Hablar en público bien vale una boda!

lunes, 28 de enero de 2013

El deporte es vida


La reciente victoria del equipo español de balonmano en el mundial que se ha disputado en España ha supuesto otra nueva ola de patriotismo y entusiasmo en las redes sociales. Es innegable que el deporte, sea fútbol, baloncesto, tenis o incluso algunos más minoritarios como el caso del balonmano, despierta pasiones populares que pocas veces se ven en otros contextos.
El deporte mezcla de manera explosiva elementos como la sensación de pertenencia, la tensión, la competitividad, el afán de superación y la proeza física y mental, logrando ser catalizador de una energía desbordante en el espectador.
Desde luego no es lo mismo practicar un deporte que ser mero receptor pasivo de lo por otros desempeñado pero, no obstante, el deporte siempre contagia cierta vitalidad a quien de cerca toca.
En los últimos años asistimos en España a un notable boom del deporte de base, tímido, espontáneo, poco propiciado por los poderes públicos, siempre cicateros con los ciudadanos deportistas, pero bastante llamativo.
Las calles de ciudades como Madrid están llenas de corredores, los parques de ciclistas, patinadores, las pistas de tenis son casi imposibles de alquilar en fines de semana, etc...
Hace poco escuché que alguien en plan jocoso comentaba que buena parte de culpa la tenía Decathlon, gran superficie comercial deportiva, que ha acercado material deportivo de toda índole a los ávidos practicantes, democratizando en cierta medida la práctica para millones de personas. No descartemos pues su futura candidatura al Premio Príncipe de Asturias del deporte, cosas más raras se han visto y se verán. 
Es obvio que a pesar de los escasos esfuerzos de nuestros políticos por facilitar a los ciudadanos la práctica deportiva, la cabra deportista tira al monte y se busca las castañas con espíritu a prueba de obstáculos.
Es una lástima que el debate sobre los JJOO enmascare en los medios de comunicación el verdadero problema del deporte en España que es el poco apoyo que recibe en su base. Es muy complicado practicar muchos deportes, faltan instalaciones, apoyo institucional y cobertura en los medios de comunicación a los deportes minoritarios. Este fin de semana un español, Javier Fernández, ganaba el campeonato de Europa de patinaje sobre hielo y la noticia ha sido bastante ninguneada por los grandes diarios. El patinaje es un deporte muy competitivo, que mueve audiencias millonarias en países como EEUU, Canada, Francia y Rusia. Deberíamos aprender del pasado cuando surgen figuras solitarias que brillan en deportes con poca implantación en España, tales como Santana o Ballesteros en su momento, y abrir las puertas del campo deportivo.  No todo es fútbol aunque a menudo lo parezca, no todo es dinero en el deporte, aunque los fichajes millonarios, el dolor de muelas de Mourinho o los interminables dopajes del ciclismo así lo hagan entender.

En el actual contexto de crisis, con unas tasas de paro juvenil y de fracaso escolar apabullantes, sería de agradecer que los planes educativos tuvieran en cuenta el efecto positivo que el deporte ejerce en el rendimiento académico cuando es adecuadamente combinado. 
La oferta de ocio para los adolescentes no tendría que reducirse a salir de copas, ir a la hamburguesería de la esquina o encerrarse a jugar a la Wii con los amigos. 
El deporte es un elemento que cohesiona y vertebra, ayuda a tener equilibrio personal al que lo practica,  los de equipo ayudan a mejorar las habilidades sociales, y combate la creciente lacra del sedentarismo y la consiguiente alta tasa de obesidad. 
Una sociedad moderna es una sociedad que permite a sus ciudadanos la máxima calidad de vida, y aquí el deporte juega un papel indiscutible.
Menos zapping y más deporte, es una de las adicciones más saludables en las que podemos caer. 

sábado, 19 de enero de 2013

El teclado manda


Hace aproximadamente año y medio comenzaba su andadura este modesto blog con la intención de expresar, de cuando en cuando, ideas y temas que me sobrevolaran la mente. 
Encontrar la disciplina necesaria para ser constante ha sido complicado; a veces falta tiempo, otras ganas, en ocasiones temas y a menudo el vértigo a la posible vacuidad de lo que vaya a escribirse ejerce  cierta parálisis. 
A mi entender, los blogs han sustituido a las antiguas botellas lanzadas al mar con mensajes en su interior en busca de una orilla receptiva, y representan, a día de hoy, un canal de comunicación personal  uniendo en el ciberespacio a millones de personas en todo el planeta 2.0.
En España se calcula que hay casi 3 millones de blog abiertos, una cifra impresionante que da buena muestra de las ansías de comunicar que tenemos, nos gusta compartir nuestras experiencias dejando a un lado nuestro miedo escénico a través del teclado.
Somos los españoles, tópico absolutamente cierto, una sociedad temerosa de la exposición pública, del miedo al que dirán, vulnerables al escrutinio ajeno y, no obstante, desplegamos bastante arrojo con el parapeto de las nuevas tecnologías de por medio. Estamos dentro del top 10 de países en número de usuarios de Twitter y en el top 20 de usuarios de Facebook.
Da la sensación de que tenemos miedo al escenario tangible, no al virtual; terror a actuar en la obra infantil del colegio pero cómodos desvelando nuestros pensamientos en las redes sociales. 
Los blogs tienen la ventaja respecto a las redes mencionadas de dotar de personalidad única y distinguible a nuestro rincón digital. Más o menos sofisticado, con independencia del contenido, cada blog es un mundo particular, peculiar reflejo de anhelos y desvelos del autor y ofrece información de todo tipo a cualquiera dispuesto a navegar las aguas virtuales. 
La idea de que a través de los buscadores de internet, mediante palabras clave, podemos encontrar millones de botellas personales, esperando ser abiertas y leídas, tiene un punto de aventura sorprendente más propio de otras épocas. 
Aunque finjamos creer que todo está inventado, que estamos de vuelta y media de las cosas, y que la tecnología nos da una actitud del siglo XXI impasible a ciertas trivialidades, toda esta pantalla de autosuficiencia enmascara la irrenunciable necesidad de comunicar. 

Los unos sin los otros poco somos; blogueros y lectores unidos en una relación simbiótica indisoluble.
Nadie comunica al vacío, siempre hay una necesidad de expresar emociones, bien sea lo que nos conmueve o lo que nos escandaliza, la indiferencia no forma parte del universo bloguero. 
No comparto las críticas hacia el exceso de información disponible, uno es libre de filtrar y de escoger, los canales tradicionales han cedido paso al llamativo universo de millones de mensajes a la deriva digital en busca de audiencia. 
Tras año y medio de periplo bloguero, sigo lanzando botellas a las agitadas aguas del mundo 2.0, sorprendido y agradecido por los más de 100.000 curiosos que han abierto alguna de ellas. 
La mente dicta nuestros pasos pero en estos pagos el teclado manda.
Buena tecla y a seguir abriendo botellas, las sorpresas aguardan al curioso.