Hace algo más de dos años aterricé en la red social del pájaro azul, que bien podría ser llamado el pájaro loco a la vista del ritmo frenético con el que gorjea.
Twitter se va construyendo y transformando día a día, con el uso que sus miembros le damos, tejiendo virtualmente una red de contactos e ideas que tuit a tuit van calando y generando corrientes de opinión.
Ejemplos hay abundantes del impacto que las campañas virales en la red, denunciando un hecho o promoviendo una reivindicación concreta, acaban por tener en los medios tradicionales y por extensión en los ciudadanos al margen del pájaro 2.0.
Mi experiencia me ha llevado a tuitear compulsivamente, a ampliar fuentes de información, saliéndome de los canales tradicionales y también conocer a gente con la que no me cruzaría en mi trasiego diario por el mundo real.
Intercambio de pareceres, sorpresas, polémicas, humor, propuestas profesionales, declaraciones de intenciones y desvirtualizaciones, han logrado que algo a priori tan intangible como un mundo digital haya cuajado como parte de mis circunstancias.
Somos cientos de miles de viajeros de lo virtual, cruzados y descruzados, que caminamos por las teclas en pos de comunicar, lo que siempre el ser humano ha buscado desde los tiempos de las cavernas.
Más que nunca en tiempos de crisis y de desasosiego generalizado, comunicar, cual catarsis liberadora, se revela como la mejor herramienta de la cual disponemos para aliviar las incertidumbres.
Las modas van y vienen, los métodos cambian pero el concepto básico permanece inmutable: emisor-mensaje-receptor.
Puede que al pájaro azul se le caiga todo el plumaje en unos pocos años y deje de volar; otros vendrán a ocupar su lugar, a recoger un testigo siempre necesario ya que, le pese a quien le pese, la mente vuela libre y no hay quien la consiga parar.
Emitir un tuit, sea cual sea su índole, se asemeja a mi entender al acto del niño que mete un mensaje en la botella de cristal y lo lanza al mar a la espera de corrientes favorables y de un receptor.
La corriente del momento es fuerte e impetuosa, no es momento para escatimar botellas, ya sabéis, comunica que algo queda.
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