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lunes, 27 de mayo de 2013

La boda de mi mejor amigo


El encabezamiento es el título de un famosa película, una comedia estadounidense de hace unos cuantos años, llena de peripecias y situaciones disparatadas. Todos hemos asistido, sino a bodas tan extravagantes, si a enlaces de amigos muy próximos e incluso de nuestro mejor amigo. 
La tradición anglosajona de hablar en las ceremonias, sean bodas, entierros o graduaciones universitarias, es una moda contagiosa que ha ido impregnando los modos sociales españoles en las últimas décadas.
Aquí es de sobra conocida nuestra idiosincrasia timorata y vergonzosa, aterrorizada de la esfera pública, del escrutinio crítico del entorno, que nos paraliza con el dichoso miedo al que dirán y el temor a un ridículo difícil de digerir. 
Por ello, es de agradecer, que la imitación de costumbres más extendidas en otros contextos sea en este caso perder el miedo a la palabra, y no halloweenes de incomprensible y creciente arraigo en toda España.
Hablar en público es una de tantas asignaturas pendientes del sistema escolar y social español, no se nos prepara para mostrarnos ante los demás con nuestros argumentos, nos conformamos enseñar nuestros ropajes materiales, sean casas, coches o abalorios, o sea, aparentar;  el español se suele asustar de estar en el punto de mira. Gustamos de observar y criticar todo aquello que desfila ante nuestros ojos; vecinos, familiares, compañeros de trabajo, políticos y demás figuras de la vida pública, pero somos reacios a dar un paso al frente ante un auditorio.
Los discursos de las bodas, en las ceremonias civiles y en los banquetes de las bodas religiosas son aire fresco donde nos soltamos la melena y exhibimos nuestros sentimientos gracias a la palabra. 
El pasado fin de semana fui testigo de una genuina muestra de afecto mediante variopintos discursos, la mayoría con textos de apoyo, donde a través del recuerdo, del humor, del dolor y, fundamentalmente, del amor, caían todos los recelos del miedo escénico.
Es una sana costumbre hablar en público, atascarse, sudar la gota de la presión ambiental, reír, transmitir autenticidad, hacer cómplice al auditorio, y esas infinitas emociones más que sólo la palabra nos otorga a los seres humanos.
¡Hablar en público bien vale una boda!

13 comentarios:

  1. Sabias palabras, César. Nunca he entendido el miedo a hablar en público, nunca me he negado a hacerlo ni creo que me haya salido mal (¿será que tengo un showman dentro?), pero veo a compañeros de universidad a los que les aterra. El miedo les paraliza y les es imposible.

    En cuanto a lo de que "Hablar en público es una de tantas asignaturas pendientes del sistema escolar y social español", actualmente en algunas universidades (por ejemplo, la UC3M) se ha introducido una asignatura para tal fin dentro del plan Bolonia. Lástima que sea una asignatura de paso que ni siquiera se considera importante (un poco lo que está pasando con todo el plan).

    Y por otro lado, "nos conformamos enseñar nuestros ropajes materiales, sean casas, coches o abalorios, o sea, aparentar;", ¿conoces el tan extendido por Twitter concepto de "Postureo"? He ahí su definición estricta.

    Un saludo.

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    1. Ay, esos dichosos postureos tan de Twitter ;)
      Todos llevamos un showman dentro, es cuestión de darle rienda suelta!
      Saludos

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  2. título llamativo e intrigante, me ha gustado mucho el post.

    La curiosidad me invade para saber qué fue lo que te motivó especialmente para escribir sobre los discursos de boda independientemente de que fueras testigo de una en el fin de semana pasado (ya sé que tú defiendes una versión moderna de la oratoria y la retórica en la enseñanza y me alegro que hayas tratado esta idea en tu post).

    Me ha encantado ver como enlazas la moda yanqui de hablar en público con el mundo clásico del Trivium et Quadrivium (del trivium si no me equivoco mal en este caso en lo que se refiere a la elocuencia).

    Muy original.

    Me ha encantado esta defensa del trivium y de su efectividad en los ámbitos personales.

    La verdad es que hay que dar las gracias a EEUU de que conserven esta tradición aunque nosotros en la otra orilla no tendríamos que haberla perdido ni olvidado.Como en todo, los norteamericanos son tan listos que hacen suya una costumbre de otro lugar....y encima nosotros le damos las gracias y compramos sus libros del tipo "how to speak in public" (que yo tengo varios de ese tipo :-S, no sé si debería preocuparme).

    Tu post me hace reflexionar sobre un comentario tuyo de hace algún tiempo.

    Hace poco mencionaste que parece que uno crea un personaje en twitter de lo que va hablando y tratando. Entendí que creaste una distinción entre la persona 1.0 y la persona 2.0 (puedo equivocarme).

    En algún libro, leí en alguna parte que la realidad en la que vivimos depende de lo que pensamos en un 80%, vamos lo que pensamos es nuestra realidad en un 80 % (no sé si me explico bien). Y en este tipo de discursos, nos proyectamos nosotros, nuestra forma de pensar y mi "yo y mis circunstancias".

    Y a veces es tan difícil encontrar las palabras adecuadas y saberlas expresar en el momento adecuado...

    Como diría Silvio Rodríguez "la palabra precisa, la sonrisa perfecta" aunque la use en otro contexto.

    Thanks for sharing y looking forward to "Mi gran boda griega".
    La peli de Julia Roberts está genial, pero la otra peli no tiene desperdicio.

    Welcome back!
    Patricia, Tenerife.

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  3. Hola, César (y todos).

    Cuánta razón tienes! Yo tuve la suerte de casarme con un inglés, y en nuestra boda hubo discursos.... cómo los disfruté! Mis pobres amigos españoles sudaron la gota gorda, pero fue el mejor regalo que me pudieron hacer. De los ingleses no tengo que hablar: lo clavaron.

    Me parece interesantísima la reflexión respecto a la carencia de formación escolar en la materia, uno de los motivos por los que hemos elegido la educación británica (en Madrid) para mis hijos, desde los 3 añitos les empujan a hablar en público, a que disfruten haciéndolo, y hablan para su clase, para otras clases, para los padres… Al menos una vez a la semana les dan la oportunidad y les ayudan y animan a hacerlo. La confianza en sí mismos que están ganando estos niños les abrirá muchas puertas. O eso espero! (y si no, al menos harán buen papel en las bodas anglosajonas...;-)

    Un placer leer tu blog y tus twits.

    Un saludo

    Angela

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    1. Muy buena idea, Angela!
      Los niños con capacidad de expresión tienen muchas opciones en la vida de todo, de vivir experiencias, conocer gente, atraverse, etc... Es el mejor complemento a un buen plan de estudios y los valores que se dan en casa.
      Gracias por leer el blog, lo tenía abandonado pero esta entrada se me vino hoy a la cabeza.
      Saludos
      César

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  4. Pues en Agosto te tocara hablar en otra... O al menos leer, estamos dandole a la cabeza...

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    1. Cuenta con ello, Mamen. En esta boda me contuve por los pelos de agarrar un micrófono, ya sabes que me hice adicto en un pasado reciente. ;)

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  5. Me siento muy identificadada con todo lo que has escrito. A mi me da pánico hablar en público y cuando lo tengo q hacer me pongo nervioosiiisiiiimaaa y eso q soy bastante extrovertida.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Siempre llevaré conmigo que fallé a mi hermano en su boda ya que me pidieron que leyera algo para ellos y rehusé hacerlo porque no se me da bien hablar en público...
    Es una espinita que tengo clavada y que algún día me sacaré.

    Y por cierto... los discursitos siempre son muy emocionantes, pero hace unos meses asistí a una boda yanki y fue realmente cansino. Allí se levantaba todo el mundo a hablar, a hacer uso de sus 10 minutos de gloria... Y todo está bien pero creo que como término medio debería haber 2-3 discursos máximo

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  8. Estudiando en Francia me sorprendía que mis compañeros prefiriesen un examen oral a uno escrito...

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  9. En Galicia, que es lo que conozco, me cansa tanto cuánto las personas dicen cosas sin responsabilizarse de lo que dicen .. más tarde dicen lo contrario .. y no pasa nada ..

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