Hace exactamente una semana irrumpía como un torbellino sobre la actualidad la noticia del trágico accidente de Germanwings en los Alpes franceses.
Cada vez que se produce un accidente de estas características-¿se le puede llamar accidente?- los medios de comunicación se vuelcan con despliegue inusitado.
Un naufragio, un terremoto o un huracán no generan tanta cobertura ni sostienen su presencia al frente de las noticias durante tanto tiempo.
Esta tragedia en concreto ha sido la noticia de la semana, no sólo en España, comprensible su relevancia habiendo tantas víctimas españolas, sino también a nivel mundial.
En Estados Unidos la CNN ha seguido con detalle cada avance de los acontecimientos y el New York Times fue el periódico que filtró datos cruciales de la investigación.
¿Por qué tanta atención?
¿Es el mero choque emocional de una catástrofe que corta de raíz tantas vidas? ¿La personalidad controvertida y desequilibrada del copiloto?
Unos pocos meses atrás caía en Europa, abatido, un avión de Malaysia Airlines, víctima de un conflicto armado en el patio oriental de la Unión Europea, cargado de europeos.
A pesar de los condicionantes, imposibilidad de acceder al lugar del derribo al ser zona de guerra, y a las trabas de las milicias afines a Rusia, no se explica que la cobertura no tuviera parangón.
Un atentado contra la aviación comercial, vehículo imprescindible del hombre moderno, es un atentado contra nuestra esencia viajera, inquieta, descubridora, emprendedora.
Y, sin embargo, hay ocasiones en que unos sucesos calan o enganchan con más fuerza en las redacciones y, por ende, en las conciencias ciudadanas.
En España los medios han desplegado carros y carretas para cubrir la noticia: enviados especiales por doquier, conexiones múltiples con diferentes puntos de interés, numerosas entrevistas, tertulias y más tertulias.
Yo mismo participé en tertulias y en varios especiales del accidente, tratando de aportar el punto de vista de control, el como se vive una incidencia, la peor, como es la desaparición de un avión de nuestras pantallas de radar.
En los accidentes, una vez asistidas las víctimas y los familiares, lo esencial es la investigación.
Aprender de los errores, cambiar, mejorar y renovar han hecho de la aviación el medio de transporte más seguro del mundo mundial. Las cosas no llegan solas, trabajo, investigación, autocrítica, innovación.
Es por ello que se produce un choque evidente entre el dispar ritmo de la investigación de accidentes; lento, arduo, detallado, escrutador, y el ritmo acelerado, sensacionalista y efectista de la prensa.
Sería preferible que las cosas de palacio fueran más despacio, que el periodismo de investigación fuese la estrella de las estrellas mediáticas pero todos sabemos que las cosas no son así.
Quiero confiar en que cuando el ruido pase, cuando las aguas se calmen y se sepa que ocurrió realmente con ese desgraciado vuelo, se le comunique a la opinión pública.
Es el mejor homenaje posible a esas víctimas que quisieron volar, libres y seguras, como todos queremos hacer, volar despreocupados hacia un rumbo siempre incierto.