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viernes, 30 de septiembre de 2011

Pies en polvorosa


En 1953 se estrenó Bienvenido Mr.Marshall, película de referencia del cine español, que no sólo aguanta  el paso de los años sino que crece con estos. Es archiconocida la historia, un pueblo que espera cual maná la llegada de los americanos con la esperanza de que inviertan unos dólares que les saquen de la pobretería de la postguerra franquista. El tren pasa de largo y el final agridulce de la oportunidad perdida lo impregna todo.

Esa era la España previa al desarrollismo de los 60, al boom del turismo, a la democracia, al "milagro económico español" y a los JJOO de 1992.  ¿Y la de hoy en día?
En las películas estadounidenses de ciencia ficción siempre que ocurre un fenómeno de invasión de la tierra el bicho visitante acaba en cuestión, casualidades de la vida, en yanquilandia. Son un poco etnocéntricos, no se lo vamos a criticar, ya que aquí también tenemos lo nuestro aunque en versión más regional y pueblerina. Sean marcianos, lagartos, aliens o meteoritos, casi todos se dan un garbeo por la Gran Manzana.
¿Qué pasaría si recabaran en la España de 2011?
Pues se encontrarían un país bastante curioso, batiburrillo de divertidos y no tan divertidos contrasentidos.
Un país donde los políticos se enrocan en sus puestos y no se van ni con agua caliente ni con K7.
Un país donde millonarios banqueros, artistas, deportistas, políticos, etc.. evaden sus impuestos en mayor o menor medida y siguen siendo aplaudidos, votados o lo que corresponda por las masas.
Un país donde supuestos tolerantes no respetan que otros opinen distinto que ellos descalificando como marca de la casa, y donde supuestos buenos cristianos acuden a misa semanalmente y luego no dan un duro en el cestillo pero sí ponen lista de regalos de primera comunión en El Corte Inglés para sus hijos.
Un país donde "estrellas" de la televisión plagian libros y en vez de sufrir merma en popularidad o prestigio ven reforzada su carrera profesional.
Un país donde el idioma común de todos se ve restringido en algunas partes por criterios políticos manidos de manera torticera.
Un país donde el jefe del Estado no está sometido al imperio de la ley en aras de una tradición, la monarquía, bastante peculiar y "antigua".
Un país que presume de las mejores infraestructuras de transportes de Europa y parte del extranjero pero luego bate records de ciudadanos ociosos, aeropuertos fantasma y urbanismo demencial.
Un país donde algunos tratan mejor a terroristas asesinos que las víctimas de los mismos.
Un país que antes se manifiesta por que su equipo de fútbol baje de categoría que por que haya cortes de agua durante los meses de verano.
Un país donde es posible ser presidente del gobierno sin tener ni cualificaciones académicas ni profesionales pero en donde con dos master, tres idiomas y MBA quizá te cojan de becario por 500 euros.
Un país donde la dieta mediterránea es idiosincrásica pero que bate records europeos de obesidad infantil.
Un país que lidera las estadísticas mundiales de consumo de drogas cuando parece no consumir más que cañas y tapas.
Un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y con la mayor cantidad de adopciones internacionales per cápita.
Un país donde nadie ve la telebasura pero luego esta lidera las audiencias semana tras semana.
En fin, un país de chirigotas, carnavales, petardos y petardeo que dejaría bastante perplejo a nuestro remoto visitante. Hay dos opciones, o este se queda para escribir una tesis o una novela sobre "ese extraño país llamado España" ganando su equivalente galáctico al Nobel o al Pulitzer, o bien da media vuelta sobre sus pies, sean dos o tres, levantado el campamento y a volar.
¿Qué comité de bienvenida le prepararía la España actual? ¿Algo de esta guisa?


Así dan ganas de irse con el bicho en busca de nuevos horizontes, ¿verdad?

jueves, 29 de septiembre de 2011

Desaparecidos en combate


Estuve hace poco en Francia y volví a reafirmarme en la idea de que en aquel país la sociedad civil sigue bastante más viva y bastante más coleante que en el sur Pirenaico.
Las medios de comunicación abordaban profusamente el tema de las elecciones primarias socialistas para elegir el candidato a las presidenciales de 2012. El primer debate televisado de cinco candidatos convocó a varios millones de telespectadores y generó bastante expectación. Aparte de este ejemplo tan de actualidad, basta con seguir alguna tertulia en las televisiones galas para ver que la variedad de temas, el perfil de los entrevistados o de los periodistas ponen de manifiesto un nivel cultural más que razonable y una clara motivación por debatir aportando.

En España se pusieron de moda las tertulias hace unos años y continúan con cierto fuelle aunque tal vez las audiencias empiezan a acusar el cansancio. Aquí se habla principalmente de política; cualquier excusa es buena para llevar el debate al tono de la confrontación que suele desembocar en un enconado enfrentamiento de " o ellos o nosotros".  Toda esta visceralidad y teatralización, que los dos partidos mayoritarios usan en su beneficio, demuestra una cierta pobreza del discurso.
¿Por qué no se debaten en profundidad temas sociales o culturales? La crisis sirve de excusa perfecta para centrar los discursos en dinero, recortes, corruptelas, políticos y demás aledaños.
¿Es necesario tener a los políticos y a la política hasta en la sopa? ¿Es inevitable tener que alinearse con uno u otro bando vilipendiando en el camino a aquel al cual no se defiende?

Creo que el problema de fondo es que en España arrastramos unas carencias históricas en educación que combinadas con 40 años de discurso monocorde durante la dictadura franquista han generado un vacío mayúsculo en la sociedad civil, dejando al país huérfano de elites culturales.
¿Quiénes son las elites? ¿Dónde están los intelectuales? ¿Dónde el periodismo independiente? ¿Y las figuras ejemplares que deben servir de ejemplo a toda sociedad?
Haberlos, haylos, como las meigas, el problema es que son muy escasos y apenas se les da cancha.
La clase política española, y aquí coincidimos en algo casi todos los ciudadanos, está enquistada en su chiringuito y muestra una cara bastante mediocre e interesada. Frente a esta, el contrapeso deberían proporcionarlo esas personas formadas, voces propias y sólidas que ayudasen a generar un debate plural y constructivo.
No es el caso, el ruido, la demagogia, el entretenimiento fugaz y el consumismo desmedido nos han metido en una especie de  lavadora que nunca para. Damos vueltas y vueltas, centrifugados y mareados, y hacen falta personas capaces de apretar el botón del "stop".
Sin esas ausentes elites es difícil cambiar el modelo, es imposible tomar otro camino y salir de este rumbo de colisión que llevamos desde hace tanto tiempo. La sociedad civil somos nosotros, y de ahí tiene que venir el cambio liderado por quienes abren el camino de la jungla y muestran nuevas sendas.
¿Dónde se ocultan estos referentes? ¿Conoces a alguno?  


lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Héroes o villanos?

Decía Séneca que la más alta labor que un ciudadano podía realizar era servir a su estado a través de las instituciones del mismo, extrapolando el comentario al siglo XXI esta encomiable misión recaería en los hombros de los funcionarios. Sí, han leído bien, los funcionarios.
España es país muy dado a poner en la picota a determinados colectivos profesionales cuando las circunstancias o los intereses así lo determinan, un caso muy de actualidad es el que atañe a los levantiscos profesores que se rebelan contra los recortes o reajustes, según que parte cuente la película. Podrán tener razón o no, pero no es de recibo denostar a todo un colectivo, con generalizaciones y reducciones simplistas sin pararse a pensar en el daño que a la imagen de dicho gremio y a la estima social por el mismo se genera con esas críticas.
¿Es ser funcionario un estigma en España?
Son constantes las críticas hacia ellos diciendo que rinden poco, que no atienden bien a los ciudadanos, que sobran a mansalva, etc... Una cosa que la estructura de Estado cebolla que la Constitución de 1978 instauró haya llevado a un tal vez excesivo número de funcionarios, rozan los 2,5 millones y otra cosa muy distinta es descargar las iras sobre ellos con chascarrillos constantes.
¿Por qué tienen que ser ellos los que primero sufren los sablazos de una mala coyuntura o de una mala gestión de las arcas del Estado? Es una medida fácil para los gobiernos, con decretar, táctica sobreutilizada por el actual gobierno socialista, se les mete en cintura sin que haya mucho que puedan hacer al respecto más que patalear.
Si los funcionarios españoles se rebelan, la opinión pública se les echa encima tildándolos de privilegiados y de poco productivos. Trabajar para la administración está al alcance de todos, unos puestos requieren titulación otros no, unos son por oposición, otros por contratos temporales mediante bolsas de interinos, quien quiera serlo que se presente. ¿Se esconde tras esta crítica generalista del no funcionario una envidia hacia el que sí lo es?
No todos debemos ni podemos ser funcionarios, la sociedad necesita del empuje de los emprendedores que crean empresas, contratan a trabajadores y producen riqueza en el país. No obstante, hay que rehabilitar la imagen y el cometido de los funcionarios a los ojos de la sociedad. Son fundamentales y merecen un trato más justo a la par que se les exige que cumplan sus cometidos escrupulosamente.
Son funcionarios los médicos de la Seguridad Social, los Inspectores de Hacienda, los profesores, las Fuerzas de Seguridad del Estado, y otros tantos que constituyen el pilar de cualquier sociedad bien cimentada.
Espero que el gobierno que salga de las próximas elecciones tenga un proyecto para la función pública. Hay que determinar cuántos funcionarios son necesarios, marcarles objetivos para que los cumplan vinculando si es necesario productividad y salarios, resolver el problema de los cientos de miles de interinos, facilitar las sanciones o despidos pertinentes para los casos de abuso flagrante y devolver la dignidad a todos estos servidores del Estado que tan mala prensa suelen tener.
No sé si ahora mismo son considerados como villanos, tampoco creo que deban ser considerados como héroes por cumplir con su cometido pero es imperativo imprimir en la sociedad española el concepto de lo público, del bien común y del orgullo de contribuir cada uno desde su parcela a que ese espacio de convivencia sea lo mejor posible para todos los que lo habitamos.  


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Contacto Radar

Mucho se habló el año pasado del tema de los controladores aéreos, desde una perspectiva sensacionalista la mayoría de las veces a la cual se agarraron los medios de comunicación en busca de audiencia y controversia. Meses después de aquella tormenta mediática, ¿sabe la opinión pública en qué consiste el trabajo del controlador aéreo?
Lamentablemente, la respuesta es que más bien poco. Asumo mi parte de culpa como ex-portavoz de los controladores, tal vez no logramos centrar el debate en la parte profesional, tampoco nos lo pusieron fácil con el constante recurso a tópicos falaces y a la apisonadora de las supuestas cifras salariales. Polémicas aparte, el trabajo que mis compañeros y yo ejercemos, es un trabajo muy interesante, que requiere unas características personales determinadas y una preparación muy específica. Aunque suene a chascarrillo, no todo el mundo puede ser controlador aéreo aunque Ministro parece que sí que está al alcance de cualquiera.
Mi trabajo consiste en controlar todos los aviones que salen y llegan al Area Terminal de Madrid, que engloba los aeropuertos de Barajas, Torrejón de Ardoz, Getafe y Cuatro Vientos.
Los "aproximadores", así nos denominamos, organizamos el tráfico de la zona más congestionada del espacio aéreo español, por donde transitan cientos de miles de vuelos al año y millones de pasajeros.
Dicha área está repartida en diez pantallas de radar, por las cuales vamos rotando cada día de turno. Dependiendo de la pantalla hay una serie de procedimientos que tenemos que aplicar a la hora de controlar, las instrucciones están muy estandarizadas para reducir al máximo los errores y poder garantizar de esta manera la mayor seguridad del tráfico, prioridad absoluta del control aéreo.
Nuestra máxima es, por orden de importancia, Seguridad, Orden y Rapidez.
Cumplirla es nuestra misión, desarrollando un trabajo en equipo en el cual la coordinación con los compañeros es fundamental para que todo funcione, especialmente en situaciones complicadas.
Durante los turnos de control hay momentos más o menos congestionados por el tráfico, hay horas punta y horas valle, aunque nunca se puede descartar un imprevisto que altere la aparente calma. Desde hace años se regula el flujo de los aviones por horas, repartiéndolos para evitar aglomeraciones; dicho reparto se supervisa desde Bruselas para el cielo europeo. Las regulaciones no son infalibles y si no se toman medidas cuando el tráfico va a desbordarse se produce una saturación del espacio aéreo, con las consiguientes demoras.
Hay dos tipos de demoras, en tierra, cuando los aviones no pueden despegar a su hora pues en su trayecto congestionarían algún punto del espacio aéreo a lo largo de su ruta y por ello se retrasa el despegue hasta que sea factible. Esto es lo que ocurre cuando escuchamos como pasajeros "retraso por regulación de tráfico aéreo".
La otra demora, en vuelo, es la peor, tanto para el piloto como para el controlador, también para el pasajero aunque este no lo suela ver así. Cuando un aeropuerto está congestionado, sea por la confluencia de exceso de aviones por mala regulación, sea por cambio de pista o por mal tiempo, los aviones empiezan a dar vueltas para ir aterrizando escalonadamente, respetando las distancias de seguridad.
Esto ha venido ocurriendo en el Area Terminal de Madrid de manera muy habitual en los últimos meses generando un alto componente de estrés para todos los que estamos implicados en el proceso.
Las situaciones más complicadas son, conforme a mi experiencia, cuando un avión tiene un fallo técnico y requiere prioridad, cuando hay un pasajero con problemas médicos a bordo, cosa bastante más habitual de lo que puede parecer, o en el caso de tormentas descomunales. En esos momentos, la adrenalina se dispara, todo el mundo se acelera y se ponen todos los recursos en marcha para solventar la situación. Es muy gratificante el día que sales del Centro de Control, agotado pero satisfecho, tras una situación complicada bien resuelta,
Antes de ser controlador, lo soy desde 1998, no era consciente de la trastienda del sector aéreo y no valoraba en su justa medida el trabajo que tripulaciones de vuelo y controladores aéreos desempeñan para que el sistema funcione con las máximas garantías. He tenido la oportunidad de volar en cabina con los pilotos en numerosas ocasiones y ha sido siempre un privilegio poder ver la otra parte de la historia, humanizando la traza radar que vemos nosotros en las pantallas de control.
Todo lo ocurrido el año pasado ha trastocado y agitado el control aéreo español de una forma desmedida generando un claro deterioro del entorno laboral. Los controladores aéreos somos los primeros interesados en que las aguas agitadas vuelvan a su cauce para poder seguir desempeñando la profesión que nos gusta y que nos hace sentir orgullosos en unas condiciones adecuadas.
La cerrazón de AENA negando el acceso a los medios de comunicación durante el conflicto laboral, tratando de negar la realidad de nuestro trabajo, la valía del mismo y el que la opinión pública pudiera percibirnos como trabajadores cualificados y responsables, ha sido frustrante de aceptar. Confiamos en que pronto se pueda hacer un reportaje en profundidad sobre nuestra profesión para que los españoles puedan conocerla y valorarla de primera mano.
No hemos podido mostrar el día a día de nuestra labor, explicar a los pasajeros que pasa en los centros y torres de control, para que sean conscientes de que siempre hay en tierra profesional acompañándoles en su vuelo, a ellos y a los tripulantes de cabina, vigilando el avión desde la puesta en marcha de motores hasta la llegada a la puerta de desembarque.
Estamos siempre ahí, volando con ustedes, no lo olviden.
¡Feliz vuelo!

lunes, 12 de septiembre de 2011

Viajeros compulsivos





Todos tenemos algún tipo de adicción, no tratemos de negarlo ni de ir de impolutos autocontrolados por la vida porque seguramente nos desmontará en dos minutos alguien que nos conozca bien.
De los que leáis estas líneas mucho lo seréis a internet y a las redes sociales, y mil cosas más que no es preciso desvelar públicamente.
Yo padezco una adicción bastante común, extendida a todos los confines de la tierra y que se propagó cual pandemia en el pasado siglo XX: viajar.
¿Por qué viajamos tanto? Hemos sido seducidos, el que más y el que menos, por esta corriente global que impulsa a millones de personas a recorrer el planeta por puro ocio o escapismo. No se trata ya de los viajes de negocios que empezaron en la era del despegue económico, tampoco de las oleadas de inmigración que llevaron a millones de personas, inicialmente de Europa, hacia el continente americano. Dicho flujos continúan hoy en día, con otros protagonistas, con otras rutas.
El turismo de masas se ha convertido en una de las mayores fuerzas de la economía mundial, alcanzado en 2010 la cifra de 940 millones de visitas turísticas en todo el planeta, con una clara tendencia a mejorar en el año actual.
En España todos sabemos que nuestra economía depende del turismo de manera inexorable, más del 10% del PIB y un enorme número de puestos de trabajo. ¿Se cuida el turismo? ¿Tenemos un modelo sostenible en el nuevo panorama globalizado? ¿Se le da la importancia que merece a la formación de los profesionales del turismo? ¿Es comprensible que sigamos teniendo un tan bajo nivel de idiomas comparado con otros países mucho menos visitados?
Hay miles de preguntas y otras tantas posibles respuestas a las mismas; he escuchado en boca de personas implicadas en el sector que el modelo español necesita reinventarse y que sigue funcionando en parte por la inercia del incombustible "sol y playa".



Aparte de las necesarias reformas y mejoras que nuestro sector debe acometer, ¿por qué viajamos tanto? En estos tiempos de recortes el turista español, siempre menos viajero y más pobre que los europeos del norte, ha decidido volverse más casero y quedarse por la tierra. Sin embargo, viajar a lugares exóticos y distantes suele ser una de las fantasías e ilusiones más mencionadas por las personas cuando se les encuesta sobre sus sueños realizables. ¿Qué nos empuja tanto a viajar? ¿Es adictivo hacer la maletas, echar el cerrojo a la puerta y partir?
Durante milenios la gente viajó en busca de una vida mejor, de éxitos económicos, huyendo de persecuciones religiosas mientras que hoy en día ha habido un cisma y aunque muchos lo siguen haciendo por estos mismos motivos, cientos de millones simplemente viajan para conocer otros lugares.
Estoy convencido de que esta moda social consolidada incluye un cierto componente de adicción y compulsión. Yo mismo tuve temporadas donde siempre que podía me subía a un avión con un afán desmedido por recorrer otros países y cambiar radicalmente de aires.
 ¿Está estudiado el fenómeno? 
He buscado información y no he encontrado nada al respecto pero estoy seguro de que hay personas que no pueden dejar de viajar, que se ven impulsadas al trasiego viajero dentro de lo que sus posibilidades les permiten.
Resulta evidente que dicha adicción viajera es propia de países desarrollados, en cuanto el nivel económico permite ocio y desahogo parece que toca viajar. Rusia y China son exponentes de estas oleadas de "turistas" noveles que trotan y fotografían los caminos ya transitados por millones de turistas occidentales.
¿Es el turismo una fuerza para cambiar el mundo? ¿Una especie de Caballo de Troya contra los prejuicios que nos llevan consumiendo milenios? ¿O tan sólo mero escapismo dentro del voraz consumo global?
Sean cuales sean las causas y los efectos secundarios del "engache viajero", parece constatable que este existe y que ha llegado para quedarse y extenderse por todos los continentes.


viernes, 9 de septiembre de 2011

Vientos y casamientos




Una conocida frase portuguesa dice que " De Espanha nem bom vento nem bom casamento" referida a la histórica y fallida costumbre de casar a miembros de ambas casas reales que nunca dio muy buenos resultados políticos. Hoy en día ha quedado en el lenguaje popular como percepción lusa que allende  "a raia", la frontera, nada bueno podría venir.
Escribo este post motivado por mi gusto y apreciación de lo portugués y de la cultura portuguesa, frustrado como iberista que me siento ante el permanente alejamiento de ambos países. 
Hemos sido naciones siamesas, surgidas de la reconquista medieval de los reinos árabes de España, con recorridos muy similares a lo largo de los siglos, como si se tratara de un par de carreteras paralelas que se rozan sin llegar jamás a cruzarse del todo. 
Desde 1139, año en que Afonso Henriques desgajó Portugal del reino de Galicia, ambas naciones han compartido alegrías y sinsabores semejantes aunque en soledad. 
Portugal fue más adelantado a la hora de completar su Reconquista particular y de volcar su torrente de energía en los océanos iniciando la ruta de los descubrimientos que cambiarían Europa y el mundo. Fueron pioneros en una sociedad en ebullición y tiraron de un continente europeo que empezaba a alcanzar la madurez a finales del siglo XV. 
Tras el inicio de la lucha de ambas naciones por liderar la conquista del mundo, mediada y apaciguada por la autoridad papal mediante el Tratado de Tordesillas (1494), nada volvió a ser lo mismo. La desconfianza mutua por el choque de intereses se vio aparentemente salvada durante el reinado de los Felipes, como en Portugal se conoce el periodo que va de 1580 a 1640 durante el cual las coronas estuvieron unidas bajo el cetro de la casa de Austria. Hay una leyenda histórica según la cual a Felipe II se le planteó el dilema de establecer una capital definitiva para su reino tras siglos de corte itinerante. Los sabios predijeron que de instalar la sede administrativa en Madrid se perdería el Imperio , de hacerlo en Toledo se mantendría y si fuera Lisboa la elegida esté se expandiría. Todos sabemos el desenlace de ambas incertidumbres, Madrid prevaleció y el Imperio se esfumó paulatinamente a lo largo de los siguientes siglos.
Muchos historiadores destacan que quien más azuzó el desencuentro ibérico no fue otra que Inglaterra, obsesionada por controlar los mares y por imponer su control del comercio mundial mediante la creación de un Imperio propio. Una corona hispanoportuguesa unida, fuerte y bien avenida, era un escollo insalvable en el siglo XVI cuando Francia aún andaba enfrascada en sus controversias religiosas internas.


Imagino que ambos pueblos recelosos del vecino, nunca nos dimos una oportunidad para percibir que tal vez era más lo que compartíamos que lo que nos separaba. En 1640 se inició el colapso definitivo del Imperio Español tras las coincidentes revueltas de Portugal y de Cataluña, sumadas al eterno conflicto con los Países Bajos. Holanda y Portugal siguieron su camino y Cataluña volvió al redil con heridas abiertas que más tarde volverían a abrirse recurrentemente.
La invasión napoleónica de la Península Ibérica, desgracia compartida desde el recelo mutuo, y propiciada por la traición española a su vecino del oeste, y las parecidas y largas dictaduras sufridas por ambas naciones en la parte central del siglo XX dejan de manifiesto que tantas coincidencias históricas necesariamente implican unas grandes similitudes en las dos sociedades. 
No obstante, ¿qué sabemos los unos de los otros? Poco o algo dependiendo de la zona geográfica de España de la que hablemos. Los habitantes de la frontera tienen conocimiento de primera mano de Portugal, de su gente y de su idioma, mientras que a medida que nos alejamos hacia el este se diluye dicha noción. 
Juntos entramos en la Comunidad Europea, y juntos padecemos ahora los embates de la crisis mundial, Portugal ya rescatado y España intermitentemente al borde del abismo. 
¿Por qué no hay más programas de intercambio entre ambos países? Muchas empresas españolas han "colonizado" económicamente Portugal pero falta mucho recorrido y mucho por hacer en la vertiente cultural. 
Que en 2011 Portugal no disponga de una sede importante en Madrid o Barcelona para su Instituto Camoes, equivalente del Cervantes, o que en la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid la oferta de clases de portugués se vea claramente desbordada por la demanda sin que las instituciones responsables hagan algo al respecto son indicadores que de los vientos siguen soplando con poca intensidad por mucho que el anticiclón de las Azores nos traiga el buen tiempo a nuestros lares.
Se echa en falta un proyecto más ambicioso de intercambio entre empresas, universidades, centros de investigación, etc... que reforzase la "marca ibérica" dentro del contexto europeo actual, tan desdibujado y orientado hacia el este continental. 
A veces es más difícil entenderse con los parientes próximos que con los lejanos, puede que abriendo ventanas y dejando correr el aire desde el Atlántico hasta el Mediterráneo disipemos las enrarecidas nubes que flotan sobre nuestras ibéricas cabezas. 





martes, 6 de septiembre de 2011

¿Todo por la fama?

Un fenómeno bastante curioso y no sé si muy bien estudiado, tal vez haya amplia bibliografía al respecto, es el llamado fenónemo fan. Ciertas personas, sea por la actividad que desempeñan o por circunstancias de la vida acaban entrando en la rueda del famoso candelero.

Creo intuir tres tipos de categorías donde englobar al famoso:

1. El famoso por profesión: exponentes máximos serían los políticos, los artistas y los deportistas, los cuales se ven expuestos constantemente ante la opinión pública en función de sus éxitos o fracasos.

2. El famoso por vocación: más complicado de definir este grupo donde encuadraría a todos esos personajes, fundamentalmente televisivos o del corazón, que incluso si tienen oficio y beneficio, hacen casus belli de su objetivo por figurar, estar, que se les conozca y que se hable de ellos.

3. El famoso por accidente: personas que por circunstancias coyunturales pasan a tener un momento de fama fugaz como puede ser el caso de una víctima de una situación extrema, un conflicto social pasajero, o del extraño capricho de la fama 2.0.

Los famosos consolidados supongo que incorporan de manera gradual el verse expuestos a la prensa y a la picota de la opinión pública. A veces la notoriedad llega de la noche a la mañana pero se trata, por lo general, de un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo y que a medida que se asciende por la escalera del éxito, imagino que se asimilará con cierta naturalidad. La familia real sería el exponente máximo de este grupo,  habiendo nacido ya en un entorno diferenciado por cuna, aunque toda persona que avance por un camino conducente a la exposición pública sabe que tarde o temprano la fama puede llegar con todas su consecuencias.

Estuve hace poco en un concierto de Julio Iglesias, español famoso por excelencia, y me llamó la atención el furor que causaba entre legiones de seguidores ansiosos por conocerlo personalmente. Tras el concierto, la entrada a su camerino sufría congestión de tráfico humano luchando por unos minutos de audiencia con su ídolo. Sucumbí al ritual, y he de reconocer que se trata de un personaje público llamativo, muy consciente de su posición, con unas tablas en el trato personal que solo los años continuos de éxito y las tablas pueden dar.

Confluían en aquel concierto famosos del primer grupo, como era el caso de la Infanta Elena o el de Esperanza Aguirre,  expertas en estar en el disparadero, junto con famosos del segundo, famosos de la tele, ex de alguien o quizás deseosos de serlo, y tal vez alguno del tercero como puede haber sido mi caso particular. Un totum revolutum armónico y entretenido que mostraba las distintas variantes de la peculiar fama.

Yo he vivido en el último año largo un curioso fenómeno ya languideciente, la visita inesperada a las estancias de la visibilidad pública. Nunca he comprendido mucho el hecho de pedir autógrafos a alguien conocido, menos si cabe a quien no haya destacado más que que por salir en televisión; tampoco entiendo bien la fascinación por hacerse fotos con los famosos  ¿Qué atracción nos arrastra hacia la fama? ¿ Es admiración, morbo, envidia sana, malsana? ¿Somos todos fans en potencia?

En nuestro mundo global y voraz, la fama parece haberse convertido también en elemento de consumo perecedero, cada vez más inestable y voluble ; no debe de ser fácil mantenerse en la cresta de la ola, misión que se antoja solo al alcance de expertos y resistentes competidores. Sí, señores, como decía la mítica serie de televisión la fama cuesta: sangre, sudor y lágrimas.
Tal vez lo mejor sea observarla desde la barrera, como espectador,  no arriesgando el quedar atrapados por su adictivo influjo. El ego de Gollum puede que aceche dentro de todos nosotros. 
¿Que estarían dispuestos a hacer por tener sus cinco minutos de fama?